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Acólitos de Nezarec: Koraxis - IV
La tripulación bullía de energía. Koraxis abrió los ojos y vio la inmensidad del espacio tras el ojo de buey y una docena de elixni que participaban en diversas actividades. Se notaba la tensión en el ambiente, así como los susurros y movimientos cautelosos mientras se ocupaban de sus quehaceres en cubierta.
Koraxis estaba igual de tranquilo que la primera vez, y sintió el peso y el poder del objeto que había liberado en su palma. Palpitaba.
El mundo había cambiado. Otro momento familiar.
"Las cosas no pintan bien, capitán", susurró un escoria a Koraxis. Recordaba esa conversación, pero no reconocía el tono profundo de sus palabras. Sonaba fuera de lugar. El escoria se inclinó un poco más cerca, con los ojos recorriendo a sus compañeros. "La comida escasea, la nave necesita reparaciones y a la tripulación le… preocupa estar maldita".
"En ese caso, pueden marcharse", espetó Koraxis. Fue una respuesta automática, como su paso por la pirámide. Sorprendido, el escoria titubeó.
Koraxis parpadeó; ya no estaba rodeado por su tripulación ni por las voces de la discordiade descontentoscontentas. De repente, apareció en sus aposentos.
Estaba oscuro. El tipo de oscuridad que parecía que iba a devorarle.
Koraxis se sentó en la mesa junto a la hamaca. Solo él y el ojo. Lo miró y este le devolvió la mirada.
Había un libro de magia a su lado. La enajenada solución a un problema inesperado. El ritual era sencillo, o eso pensaba él. Le costó mucho traducir el texto solo, pero era demasiado terco y le daba demasiado miedo pedir ayudar. Cogió un cristal puntiagudo con sus manos. De su boca salieron palabras que no pudo oír por encima de los incesantes susurros.
El cristal brilló, y Koraxis recibió una ráfaga de energía que lo impulsó hacia atrás. Esta vez sintió el golpe.