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Lore
Recuerdo prohibido
Enciende una vela por aquellos a los que hemos perdido.
El comandante Zavala cruzó la Torre en silencio, alumbrado solo por el pálido resplandor del Viajero. Había pospuesto ese viaje hasta la oscuridad de la noche, cuando las únicas almas que deambularan por ahí tuvieran tan pocas ganas de conversar como él. Allí, en la oscuridad, su título había desaparecido y solo era Zavala.
Había pasado el día temiendo este momento y pensando en él. De todas sus preocupaciones, este pequeño paseo era la que más lo angustiaba. Su preocupación terminó al llegar al monumento. Había un batiburrillo de objetos, que tanto humanos como elixni habían dejado allí. Zavala encontró reconfortante la incongruencia de todas aquellas cosas.
Extendió el brazo y cogió una vela. Cerró los ojos y pensó en el día del funeral de ella. El olor de la marea baja y el rumor de la tormenta en el horizonte. Sintió la carga estática elevarse por el aire salado y entrar en su cuerpo.
Abrió los ojos y la mecha se encendió. Zavala sonrió. Era el tipo de truco que a ella tanto le gustaba.
Zavala colocó la vela entre las demás velas apagadas; la pequeña llama crepitante le transmitía paz. Volvió a recordar una vez más:
Su esbelta silueta acurrucada bajo las mantas en un agradable sueño. El resplandor que precede al amanecer se filtraba en la habitación. Sus rizos oscuros extendidos sobre la almohada blanca. Su aroma a musgo y flores. Su ropa desperdigada por los muebles.
Deseaba poder tocarla y despertarla, ver su sonrisa somnolienta, escuchar su voz. Pero sabía que eso convertiría el recuerdo en una fantasía, y él quería conservarla tal como era: perfecta y mortal.
Entonces, el momento se desvaneció. Se convirtió, de nuevo, en el comandante Zavala.