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Lore
Vendas de velocidad
Tu sarcófago entre las estrellas.
"No me gustan las calaveras", dijo San-14. "Ya he visto demasiados huesos". Desenrolló una venda larga y la ató a su fusil. Cogió un puñado de caramelos y los metió en el cañón, pero luego se lo pensó mejor y se los vació en la palma de la mano. "¡Pero adoro a los murciélagos! Deberíamos tener murciélagos todo el año".
Saguira voló hasta un rincón en lo alto del Hangar y colocó allí una telaraña brillante. "Se me olvida que esta va a ser tu primera Fiesta de las Almas Perdidas", dijo ella. "Parece que llevaras más tiempo con nosotros".
"Aún no ha pasado ni un año", aseguró San-14 mientras le preparaba un pequeño murciélago de papel a Saguira para que lo llevara a su sitio. Osiris los había dejado solos en el Hangar mientras hablaba con Ikora sobre las pirámides, y también porque la decoración no era lo suyo.
"La primera vez que estuve en la Torre, los guardianes me trajeron un montón de galletas de lavanda recién horneadas", comentó San-14. "Y en aquel momento pensé: '¡menuda hospitalidad!'".
Saguira rio mientras San-14 suspiraba. "Ya conoces el final de la historia: así es como celebran la Aurora en la Ciudad y, cuando se acabó la Aurora, también lo hicieron mis galletas".
"Pero entonces aún no lo entendía. Cuando pararon, pensé que quizá había hecho algo mal. Así que intenté hacerlo mejor, ¡trabajar más duro!". Machacó un puñado de caramelos, cogió unos cuantos cacahuetes y se los lanzó a sus palomas mientras se encogía de hombros.
"¡Y mira lo que has conseguido!", dijo Saguira. "Gracias a tu esfuerzo, la Torre quizá sobreviva un año más. Así que, de alguna forma, hiciste lo que te habías propuesto hacer".
"¡Exacto!", exclamó San-14. "Me enseñó una lección sobre la esperanza. Algo tan nimio como..." —miró un momento su alrededor, en el Hangar, y señaló a un elemento decorativo— “... como esa adorable calabaza podría darle esperanza a la gente para seguir viviendo un día más. Así que deberíamos tratar cada día como si el futuro dependiese de ello".
Saguira se llevó otro murciélago de papel. "Tiene gracia", dijo ella. "A veces hablas como Osiris".
San-14 se rio y luego bajó el tono hasta alcanzar uno absurdamente áspero. "No", gruñó, "Osiris habla como yo".
La carcajada de Saguira asustó a las palomas, que salieron volando.