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Protector ascendente
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Yelmo Guardia Dragontina
Mañana volveremos a oírnos.
Al bajar por la arena cubierta de hierba del Litoral, Petra Venj oye el clamor familiar de la Ciudad Onírica, que está enzarzada en otra pelea. Nota vetas de cristal y ceniza en la arena donde los repudiados muertos cubren la playa y sigue avanzando.
La quitina se esparce mientras avanza a través de los Jardines de Esila. Se mueve sin problemas. El viaje nunca es más fácil que en el despertar de un guardián. Sonríe. A lo mejor debería encontrarse con ellos allí.
Su ánimo se desvanece al llegar a la cueva de Amrita y ver que no hay ningún guardián esperando. Parece que atravesaron la ciudad y se fueron. Una batalla más grande en algún otro lugar habrá atraído su atención.
Petra camina con cuidado mientras baja por la roca resbaladiza de la cueva y se arrodilla junto a la corsaria. "¿Necesitas algo para el dolor?".
La corsaria Amrita intenta ponerse de pie, hace una mueca de dolor y se apoya en el muro de piedra. "Ah, ¿has recibido mi señal de socorro?".
"Simplemente di por hecho que estabas en apuros". Petra sonríe y saca una bolsita con el nombre de "Amrita" y un aplicador de madera finamente tallado. Varias bolsitas con otros nombres le cuelgan del cinturón.
"Era una apuesta segura…", ríe Amrita. Arrastra la voz con toses tensas y una respiración inestable.
"Deja de intentar levantarte". Petra bate el contenido de la bolsita con el aplicador y el aroma de la menta, el aloe y el almizcle empiezan a inundar el aire. Amrita la observa mientras prepara la mezcla. Si lo hace con demasiada fuerza, el ungüento se separará. Si lo hace con demasiada suavidad, no se adherirá o endurecerá como es debido. Era una prueba de consistencia, atención y disciplina.
"Creo que… me gustaría irme ya. Despertarme desde el principio". Amrita no deja de mirar las manos de Petra hasta que estas se detienen.
"Déjame echarte el ungüento". Petra acerca la mano al estómago de Amrita. Un pincho de una astilla de la colmena todavía caliente está clavado en sus entrañas.
Amrita agarra el brazo de Petra al tiempo que un espasmo retuerce sus entrañas. Su voz es casi un susurro. "No quiero seguir haciendo esto, Petra". Sus palabras están llenas de determinación.
"Yo tampoco quiero que lo hagas", dice Petra mientras mira a Amrita. "Pero no tienes por qué sufrir sin necesidad".
Petra señala su brazo.
Amrita lo suelta y quita la armadura que cubre la herida. "Gracias…".
Petra extiende una capa espesa de ungüento sobre la carne quemada y cauterizada, lo que enfría el pincho y alivia la inflamación.
Amrita espira y se inclina hacia delante. "Vete, ya has pasado demasiado tiempo conmigo".
"Volveré, hermana". Petra coge la mano de Amrita y la aprieta. "Encontraremos la manera, y no solo hoy".