Lore
Banda Recolector Infame
Cuando llegue el final... ¿Despejaréis el camino para él, hechiceros?
Ah, está bien. Hacía tiempo que no me sentaba a hacer esto. ¿Por dónde iba?
Mi equipo y yo seguíamos encerrados en la prisión que nosotros mismos nos habíamos buscado, muertos de frío sobre la superficie de una roca helada en mitad de la vasta negrura. Acosados a diario por las criaturas autóctonas, capaces de arrebatarnos nuestra Luz con tan solo acercarse. Criaturas que esperábamos capturar con la esperanza de que nos ayudaran a poner fin a las batallas de Luz contra Luz.
Pero nos estaban matando, uno a uno, despojándonos del regalo del Viajero en temperaturas bajo cero.
Nos echábamos la culpa unos a otros y, de algún modo, atraíamos a las criaturas al campamento durante la noche para cobrarse nuevas víctimas. Tal vez solo fuera mala suerte. El lugar estaba plagado de bestias.
Incluso ahora, no sabría decirlo con certeza. La oscuridad y el frío duraron días, semanas, meses…
Justo cuando las tensiones dentro del grupo alcanzaban su punto crítico, al otro lado del sistema, Ghaul y la Legión Roja atacaron al Viajero. A pesar de que estábamos en el espacio, su acción nos costó nuestra Luz.
Pero no lo sabíamos. Todos lo sentimos y nos culpamos los unos a los otros sin mediar palabra. Podía verlo en sus ojos.
Si no desenfundaba mi arma, ellos lo harían. Así que… el Nómada fue el único que escapó con vida.
El resto pereció. Todos ellos.
Hasta el día de hoy, sigo sin saber si ese planeta, con sus numerosos monolitos, servía para mantener encerradas a esas criaturas o si, por el contrario, era un lugar de cría. Algunas de esas mutaciones estaban enjauladas. Otras se movían libremente como nosotros.
Bueno… ¿Cómo llegué hasta aquí? No teníamos nave. No teníamos forma alguna de contener a esas criaturas antiluz que habían sido el motivo de nuestro viaje.
Y entonces ocurrió lo impensable. Mi Espectro enloqueció. ¿A qué me refiero? Para ello debo retroceder en el tiempo.
Creo que mi Espectro siempre esperó que, tarde o temprano, yo entraría en razón, que solo necesitaba tiempo para aceptar la protección del Viajero. Mi derecho natural por renacimiento. Pero eso nunca ocurrió. Tardó cientos de años, pero mi Espectro finalmente enloqueció.
¿Cómo? Bueno, nuestra huida fue idea suya: si éramos capaces de modificar su Luz para replicar el efecto energético de las jaulas de los monolitos, tal vez lográramos contener a las criaturas.
Pero necesitaríamos piezas. Piezas de Espectro. Y sabíamos dónde podíamos encontrar algunas.
Los Espectros de los miembros de mi equipo huyeron en cuanto sus protegidos cayeron. Así que mi Espectro y yo les dimos caza.
Después llegó la hora de hacer las modificaciones.
"¿Estás seguro de esto?", le pregunté. Estábamos rodeados de láseres que habíamos recuperado de entre los restos de la nave accidentada de mi equipo.
"Tú limítate a comprobar que funciona", respondió.
Me puse manos a la obra mientras cortaba su armadura y las chispas saltaban a mi alrededor. Si sucumbía al frío antes de terminar, todo estaría perdido. Mi Espectro se dirigió a mí por encima del estruendo.
"Oye. Nunca pierdas la esperanza. Si te sirve de algo, estoy orgulloso de ti". Fue lo último que dijo mi Espectro y la última mentira que jamás contó.
A la mañana siguiente, había cambiado para siempre, pero tenía una nueva armadura reforzada con las entrañas de otros cinco Espectros. Su ojo era de color rojo brillante. Ya no podía hablar.
La configuración azul seguía presente, accesible siempre que lo necesitáramos. Pero la configuración roja nos salvaría la vida. Era una modificación un tanto chapucera, pero podía replicar la energía de las jaulas. Congelamos cada criatura que vimos y las subimos a bordo de una nueva nave que fabriqué, ahora que éramos libres de explorar esa trampa de hielo con aspecto de planeta. Se trataba de un amasijo de piezas que apodé cariñosamente como el Desahucio y que mejoré durante el viaje de vuelta a casa.
Ahora mi Espectro podía acceder a frecuencias de Luz que nadie en la Tierra era capaz de ver. Frecuencias más allá de la Luz. Que nadie se equivoque. No soy un heraldo de la Oscuridad. Era un trabajo de modificación.
Pero para nosotros suponía un renacimiento. Bancas de Gambito, motas de Oscuridad, el Desahucio… Innovaciones surgidas de esa configuración roja.
Y supongo que es entonces cuando me conocisteis.
Creo que ya es hora de volver a Gambito. Vosotros deberíais hacer lo mismo.
(El Nómada a su Espectro, para la posteridad)