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Lore
Chaleco Séptimo serafín
Desprovisto de guía y santuario.
Capítulo 2: Colisiones
El primer rayo envió electricidad estática por el brazo de Voronin e impregnó el ambiente a su alrededor de un penetrante olor a cloro. Sin pensarlo, se llevó la mano al pecho para asegurarse de que estaba ileso. Las pupilas se movieron cuando un segundo rayo se hundió en la tierra cerca de él, y luego otro. Jamás había visto rayos tan de cerca. Aturdido, se mantuvo firme. A pesar de que una parte de él sabía que debía estar aterrorizado, estaba más perplejo que asustado.
No llovía. Miró hacia el horizonte, esperando nubes, esperando algo, y solo divisó una brillante cortina de relámpagos azules que se aproximaba.
Corrió en busca de refugio por el terreno, tras abandonar el contenedor de munición entre el polvo que levantaban sus pasos febriles. Los impactos quemaban la tierra, propagando incendios y calcinando roca. No guardaban ningún tipo de sincronización lógica, pues los rayos caían con tanta rapidez que el sonido de los truenos no conseguía igualarlos.
Había perdido a Morozova en la conmoción. Ya agotado por las horas dedicadas a transportar cargas, su mente se perdió en el instinto más básico. HUIR.
Y huyó poniendo todo de su parte por evitar el apocalipsis que lo rodeaba. Le entró una llamada por el auricular mientras la tierra temblaba a sus pies: "…estación de evacuación auxiliar…" fue todo lo que consiguió entender antes de que el rugido de un trueno se tragara la transmisión.
Sabía que debía dirigirse hacia el oeste, hacia la estación. El viento se levantó y lo hizo volar, y nuevamente se sintió anonadado ante la repentina ferocidad de la tormenta. Golpeó el suelo con fuerza y comprobó su sensorio. Estaba confuso por toda la sinuosa electricidad que ondulaba por el aire, pero a duras penas consiguió leer la brújula. El oeste. Corrió.