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Lore
Peto Praefectus
"Muchas victorias parecen imposibles, pero hay que seguir avanzando, paso a paso, herida a herida, hasta que las consigues". (Emperatriz Caiatl)
"Te saludo, guerrero del imperio", dijo la emperatriz Caiatl acercándose al lecho de un centurión de la Legión Roja que yacía herido. El soldado miraba al vacío con solemnidad por un ojo de buey cuando su voz lo sobresaltó. Se giró con una mueca de dolor. Caiatl se percató de que una malla sintética le envolvía el torso y el brazo derecho, que tenía un aspecto frágil y marchito. De inmediato, comprendió que ese cabal no iba a luchar en más batallas.
"¡Emperatriz!", respondió el guerrero, llevándose un puño al pecho con el brazo sano. Caiatl le devolvió el saludo.
La emperatriz examinó el monitor que mostraba la información del paciente. "Val'ast, fruto de Val'tui". Miró por el ojo de buey y el resplandor del sistema solar pareció sonreírle. "El imperio ha vuelto a por ti; sin embargo, pareces apesadumbrado. ¿Qué te aflige?".
Val'ast desvió la mirada. "Lo siento, emperatriz".
"No te disculpes, hermano", contestó Caiatl.
Val'ast suspiró. "Durante años, solo nos ha preocupado la supervivencia, seguir luchando; pero, ahora…". Su voz se apagó y se aferró a las sábanas, que estaban hechas de un material barato, pero era lo más suave que había tocado en años.
"Cuando uno ha pasado demasiado tiempo en una guerra, la paz acaba siendo otro conflicto", comentó Caiatl.
Val'ast soltó la sábana. "Me creía la encarnación de Acrius, conquistando otro sol para nuestra especie". Miró de nuevo al vacío por el ojo de buey. "Pero me equivocaba".
Caiatl sonrió. "Siempre me ha encantado esa leyenda". Cogió un taburete y se sentó junto a la cama. "¿Sabes que antes era más larga?".
Val'ast meneó la cabeza.
"Es una versión antigua que ya no se cuenta hoy en día, pero yo tuve la suerte de aprenderla de pequeña", explicó la emperatriz. "Antes de Acrius, había tres guerreros que querían escalar una gran montaña para poder coger el sol. Sin embargo, una terrible bestia se interpuso en su camino.
El primero intentó ser más astuto que la bestia y escabullirse entre las sombras, pero esta lo encontró por su olor y devoró al guerrero de un solo bocado.
La segunda diseñó un dispositivo para planear en el viento y escapar de la bestia, pero el viento caprichoso cambió de dirección y la arrojó a sus fauces.
La tercera desafió abiertamente a la bestia con Severus. Ella también fue devorada, pero, antes, tuvo tiempo de clavarle su espada".
Val'ast frunció el ceño. "¿Todos fracasaron?".
Caiatl lo pensó por un momento. "Los primeros dos, sin duda. Pensaron que podían evitar la batalla. Sin embargo, la tercera murió con orgullo y honor".
Val'ast quedó pensativo unos instantes. "A pesar de la derrota, dejó marcado al enemigo".
Caiatl asintió. "Y cuando los suyos se enfrentaran a la bestia de nuevo, esta ya estaría una herida más cerca de la muerte".
"¿Vinieron más?", preguntó Val'ast.
"¡Pues claro!", exclamó Caiatl. "Eran cabal y el sol les pertenecía. Los más fuertes cayeron una y otra vez. Pero, cada vez, la bestia se llevaba una herida nueva. Un día, llegó el guerrero que asestó el golpe definitivo. Y ese fue Acrius".
Val'ast hizo una mueca. "Siempre he pensado que Acrius era un héroe".
"Puede que lo fuera", respondió Caiatl sosteniendo suavemente la mano de Val'ast. "Pero también lo fue la guerrera que asestó el primer golpe".
Los ojos de Val'ast brillaban mientras estrechaba con firmeza su mano. "Gracias, emperatriz".
Caiatl negó con la cabeza. "Hermano, el imperio está en deuda contigo".