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Lore
Vita Brevis
La vida es demasiado corta como para ir despacio.
"¿Y si es una trampa?". Glint se tambalea alrededor de Cuervo, que llega a un pasillo de hierba entre dos almacenes desvencijados. "Este es el antiguo territorio de los Demonios. Puede que nos hayan liberado, pero si la Araña quisiera atraparte…".
"Lo habría hecho hace tiempo", responde Cuervo con firmeza mientras examina las sombras. "Además, ¿cómo va a ser una trampa si no saben que voy a…".
Un disparo láser le roza la nariz. Arriba, en uno de los tejados, una voz grita en idioma elixni. Cuervo obedece y alza las manos mientras Glint se teletransporta a otro lugar.
"Ando buscando unos deliciosos higos yaviirsi", dice Cuervo, alzando la voz por encima del zumbido eléctrico de las diversas miras de francotirador que apuntan a su cuerpo. ¿Lo habrán oído? "¡Higos!", grita.
Una a una, las miras desaparecen. Entonces, a su derecha, se oye el arañazo metálico de una puerta improvisada que se abre. De ella emerge un rostro familiar con facciones de insecto.
"Avrok", dice Cuervo bajando las manos. "Te han ascendido".
El elixni no está de humor para formalidades, por lo que gruñe y vuelve al almacén. Cuervo lo sigue y cierra la puerta tras de sí.
"¿Cómo están las apuestas sobre la recién llegada emperatriz?", pregunta parpadeando rápidamente. Está oscuro y apenas puede apreciar la silueta de Avrok sentado en una caja y rodeado de enormes formas inmóviles. "Hay que reconocer que hacer que el comandante Zavala se arrodille no es tarea fácil".
"Pájaro indiscreto", protesta Avrok. "La información tiene un precio".
"No te preocupes, te he traído algo reluciente de mi nido". Cuervo sostiene una pieza de lumen, cuya luz azul alumbra montones de piezas apiladas junto a las paredes. "Como tus amigos de la antigua Legión Roja, por lo que veo".
Avrok sonríe, extendiendo sus largos brazos para señalar las cosas que lo rodean. Escudos de energía, cajas abiertas de agrietadores de planetas, lanzadores de magma… La estancia está repleta de todo tipo de artilugios cabal.
Un tesoro especialmente llamativo reluce en la esquina: un colibrí esbelto de bronce bruñido. Cuervo se acerca para admirarlo.
"Bonita máquina", observa su socio. "Val Ma'rag apuesta a que será el primero en el consejo de guerra de la emperatriz".
Con un breve destello de luz, Glint reaparece para verlo más de cerca. "Apuesta por sí mismo", comenta Glint. "Muy propio de los cabal".
Cuervo se agacha para examinar el recubrimiento del morro del colibrí. "Nunca está de más un poco de motivación extra", murmura.
Se pone de pie y mira a Avrok. "Seguiré su ejemplo. Si Val Ma'rag consigue un puesto, también puede quedarse con mi colibrí. Pero si interrumpimos su ritual de demostración, entonces…".
El caído estalla en carcajadas. "¡Una apuesta muy atrevida! La Araña se equivocó al soltarte. La comisión es del siete por ciento".
"¡Siete!", Glint parpadea indignado. "La Araña se lleva un porcentaje muy grande, ¿verdad?".
Avrok lo ignora y señala un espacio vacío. "Deja tu pequeño vehículo allí. Ahora, hablemos de los detalles".
"No puedo creer que vayas a apostarte el colibrí", murmura Glint asegurándose de que Avrok no los oye. "Con lo que odias ir a pie".
Cuervo se encoge de hombros. "Pero ganar me encanta".