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Lore
Embarcación de bucanero
Hay sangre en el castillo de proa, y el capitán no aparece.
Mara Sov, reina del Arrecife, miró expectante a Petra esperando una respuesta.
La emisaria de la reina desvió la mirada. "Mi reina", dijo, "hemos recuperado un vasto tesoro de suministros que nos fueron robando a lo largo de los años. Hemos localizado tesoros que se creían perdidos y…".
"No evites el tema", dijo Mara con palabras afiladas como el acero.
Petra apretó los dientes. "No recuperamos a la Araña", dijo. "Se cree que se encerró a sí mismo en una cápsula y se transportó en uno de los mismos cargamentos que fueron interceptados por las fuerzas de Eramis".
Mara juntó las yemas de los dedos de ambas manos. Entre las palmas de las manos, formó un diminuto triacontaedro de materia, como si fuera cuarzo rosa. Hizo girar la minúscula forma, rastreando cada una de sus 30 caras, alineando cada vértice con un diminuto brazo fractal que se convirtió en un helecho rizado de infinitos detalles geométricos.
De este modo, aplacó el repentino impulso de partir en dos la Ciudad Onírica, una reacción que habría incomodado a Petra.
Petra se permitió una risa comedida, a sabiendas de que atraería los furiosos ojos de Mara hacia ella, y así fue. Era el momento del ridículo desenlace.
"Hemos recibido noticias de que la Araña reside ahora en la Última Ciudad", dijo Petra, atreviéndose a encogerse de hombros.
La diminuta estructura cristalina se convirtió de pronto en arena entre las manos de Mara. Ladeó la cabeza y entrecerró los ojos, sin poder contener una sonrisa incrédula. Agitó un dedo hacia Petra. "Cuando lo quiera…".
Petra se llevó un puño al pecho y asintió. "Solo tiene que dar la orden, mi reina".
Mara sacudió la cabeza, atónita ante la inverosímil senda de la Araña. "Cuervo…", comenzó, pero no pudo encontrar las palabras adecuadas para expresar la justicia que imaginaba.
Petra sonrió. "Supongo que lo averiguaremos".