Archetype
Armazón de disparo rápido
Stats
Impacto | 23 | ||||
Alcance | 26 | ||||
• Damage Falloff | |||||
Estabilidad | 49 | ||||
Manejo | 26 | ||||
Velocidad de recarga | 30 | ||||
• Reload Time | |||||
Asistencia de apuntado | 79 | ||||
Capacidad | 53 | ||||
Zoom | 17 | ||||
Eficacia en el aire | 10 | ||||
Direc. de retroceso | 60 | ||||
Disparos por minuto | 540 | ||||
Cargador | 36 | ||||
Selected Perks | |||||
Popularity: Overall | Select 4 perks to see their popularity. | ||||
Popularity: Perks | |||||
Popularity: Trait Combo | |||||
Popularity: MW Bonus |
Perk Playground
Curated Roll
Random Rolls
Popular Trait Combos
Popular Individual Perks
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Lore
Espira Raída
Forjado en honor de Silimar y de la perseverancia frente a los obstáculos imposibles.
El frío viento agitaba la capa de Saladino mientras descendía por la escalera hacia el pequeño patio, junto a la muralla. El brillo anaranjado de la Última Ciudad entraba por los ventanales y lo bañaba todo: los helechos frondosos, las columnas, la fuente de azulejos sin agua y también al comandante Zavala, sentado frente a una pequeña mesa metálica contra la pared. Saladino se acercó a su antiguo pupilo.
"¿No estarías más cómodo en tu oficina?", preguntó el Señor de Hierro.
Zavala sonrió débilmente. "Un campo diferente para una batalla distinta".
Saladino se sentó junto a él. "Qué pintoresco".
Zavala le ofreció a su mentor la manta de lana que le cubría el regazo.
"Los lobos se abrigan con su propia piel", respondió Saladino.
Zavala sonrió y guardó la manta bajo la silla. Luego, volvió su atención hacia el tablero de madera barnizada que tenía ante él. Había una cuadrícula grabada en la superficie y un montón de piedras achatadas, blancas y negras, junto a él. "¿Empezamos?".
Saladino cogió una piedra y la colocó en el tablero. Zavala hizo lo propio. El juego había empezado. Estuvieron largo rato en silencio, poniendo y quitando piezas, hasta que el tablero quedó totalmente cubierto. Era el turno de Saladino, que meditaba sus opciones. Finalmente, gruñó y se resignó.
"Me sorprende que me hayas invitado", dijo Saladino, rompiendo el silencio.
Zavala dudó antes de contestar, tocando distraídamente una de las piedras. "La verdad es que las desavenencias acerca de Caiatl han provocado cierta frustración".
"¿Esperabas que un Señor de Hierro se quedara callado?", preguntó Saladino.
Zavala suspiró. "Esperaba que un viejo amigo respetara mi posición".
"Los títulos no son más que herramientas", dijo Saladino. "El respeto se gana, o no, según cómo se usen".
Zavala sonrió. "¿Y cómo debería usar el mío?".
"Ataca abiertamente a Caiatl y acaba con ella", dijo Saladino. "Una acción decisiva para una victoria decisiva".
"¿Quieres otra guerra contra los cabal? ¿Volver a perseguirlos por los sombríos golfos del espacio?", preguntó Zavala. "¿Cuántos morirían en esa cruzada? ¿Y a qué habría que renunciar?".
Saladino se rio entre dientes. "Sigues buscando excusas para evitar las decisiones más difíciles. Toda victoria conlleva sus sacrificios".
"Tú presumirías de esos sacrificios como si fueran trofeos, pero para mí no son más que lo que realmente son", dijo Zavala con firmeza. "Consecuencias de mi fracaso".
"Es fácil juzgar desde la comodidad de tu centro de mando", gruñó Saladino perdiendo la compostura. "Pero llegará el día en el que no encuentres ninguna salida fácil. Sin victorias en el horizonte, sin escapadas ingeniosas. Sin nada más que el desastre y la obligación de elegir quién paga las consecuencias".
"En la guerra, el número de muertos no lo es todo", zanjó Zavala.
Saladino miró hacia las centelleantes luces de la Última Ciudad. "Quizá, pero no siempre puedes escoger. A veces, lo deciden otros por ti. A veces, estás atrapado al otro lado de la puerta mientras tus amigos arden".
Zavala reconoció el dolor en las arrugas del rostro del Señor de Hierro. "Yo también he perdido a gente".
"Y todavía te quedan muchos más por perder", respondió Saladino.
Zavala suspiró y entrelazó las manos tras la espalda. "Siento haberte decepcionado".
Saladino negó con la cabeza y se puso en pie. "Has superado todas mis expectativas, Zavala. Pero todavía no has alcanzado tu pleno potencial, y no eres lo que necesitamos".
Zavala también se puso en pie. "En cualquier caso, sigo siendo el comandante, y lo que necesito es obediencia".
Saladino esbozó una sonrisa socarrona. "Ya sabes que no deberías intentar domesticar a un lobo, viejo amigo".
Zavala quedó inmóvil con la mirada fija en el Señor de Hierro.
Saladino suspiró. "Ambos nos oponemos a las condiciones de Caiatl. Eso debería bastar". Se dio media vuelta para irse, pero el comandante le puso una mano en el hombro.
"Me alegra verte fuera de los confines del deber", dijo Zavala. Saladino asintió y se marchó.
Zavala volvió a sentarse para estudiar el resultado de la partida mientras el Señor de Hierro desaparecía.