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Lore
Túnica Lealtad Acolmillada
"Si la Luz fuera una gloria que se pudiera conseguir, los cabal la habríamos reclamado hace tiempo". (Emperatriz Caiatl)
Mithrax apartó con delicadeza la cortina para entrar en el dormitorio.
Estaba lleno de estanterías repletas de reliquias de Mercurio y más allá: montones de pergaminos intrincados, relojes de arena de plata que giraban solos, vasijas de cerámica roja de las que brotaban delicadas enredaderas metálicas bajo cúpulas de cristal. Había un enorme manto de plumas cuidadosamente colocado sobre un pie de madera y coronado con un almete en forma de pájaro.
San-14 estaba sentado frente a la cama donde descansaba el hombre conocido como Osiris, imposiblemente pequeño bajo las mantas.
Mithrax golpeó cortésmente en el marco de la puerta.
"Amigo", dijo San-14. "Me alegra que hayas venido".
Mithrax se acercó a San y se inclinó. "Es un honor ser invitado", dijo. "Estas visitas me agradan".
Le tendió el plato cubierto que llevaba en las manos inferiores, pero San no apartó la mirada de Osiris.
El titán soltó un suspiro entrecortado. Su voz era un susurro áspero: "¿La máquina psiónica podría… conectar mi mente a la suya? ¿Para que yo pueda compartir sus sueños?".
Mithrax se sintió impotente. Habló con dulzura: "El psiónico dice que el sujeto debe tener actividad residual para hacer una lectura. Osiris lleva mucho tiempo dormido. Además, la conexión que buscas une la Luz de un ser a la de otro, y Osiris no tiene…".
"No tiene Luz, ya", concluyó San secamente. Se inclinó en su silla con los codos en las rodillas y las manos unidas. Permaneció en silencio un rato.
"Lo dejaré dormir solo", dijo finalmente San, y acarició la mano de Osiris con gran ternura. "Cuando despierte, volveremos a soñar juntos".
Lo arropó con las mantas, se puso en pie y miró el plato cubierto que Mithrax aún sostenía tímidamente.
"Espero que no sea más berenjena", dijo.
Mithrax tosió sobre su éter. "La berenjena es lo más nutritivo", protestó débilmente y San suspiró.