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Lore
Túnica Furia Resonante
Busco consuelo. Me lo han robado.
Conquista. Cálida como el lejano recuerdo del sol azul en la cara. Al mismo tiempo, me recuerda el placer de existir fuera del Mundo Trono, aunque sea por un instante. Vivo en esta gloria: una rara oportunidad de salir del exilio dentro de esa crisálida ascendente, mientras reúno más astucia para mi enfrentamiento con la bruja.
Seguramente, me designaste como su cuidador, mi Testigo, como una dificultad para perfeccionar mi intriga.
Pero en este momento, una vez más montado sobre una pirámide con un imperio en ascenso desplegado ante mí, mi propósito es más cierto que cualquiera que se haya tallado en las piedras miserables del mundo que me formó.
Kalarahnda destella bajo mi mirada. Una neblina amarilla entre nubes color rubí. El anillo abovedado que rodea Kalarahnda se rompe y parece arena brillante llevada por el viento, una receta contra la locura de la confianza escrita en millones y millones de fragmentos de cerámica.
Vivo en esta gloria porque toda la pureza de su extinción me fue robada.
Porque sin mi propia predicción, una secta había germinado en el júbilo de la Oscuridad y la bendición del olvido.
Durante años, crecieron en las sombras y atrajeron a los desilusionados, pobres y ricos. Estas protuberancias de la gran sombra presintieron, como por providencia, que el fin se acercaba y creyeron que la ruptura del anillo abovedado era la última señal: ascenderían y traerían a los de su especie con ellos. Momentos antes de que este mundo sea mío, sus armas enzimáticas aniquilaron toda la vida en esta roca húmeda. Un robo astuto. Desencadenado por mi gloriosa llegada.
Y no había nada que sugiriera la participación de la bruja, excepto la mueca en su rostro, que delataba una satisfacción contenida.