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Lore
Carcasa Sueños inquietos
"La protegeré… incluso de mí mismo". (Misraaks, kell de la Casa de la Luz)
La rigidez de sus extremidades no era normal.
Respiraba de forma brusca y acelerada mientras sus ojos escudriñaban la oscura habitación. Le resultaba imposible estirar el cuello; la parálisis se había instalado en sus huesos.
Misraaks sintió una presencia; algo sutil, casi imperceptible…, pero lo sabía. Intentó hablar, pero sus mandíbulas no se movían.
La oscuridad de la habitación respiró.
A Misraaks le costó desviar la mirada hasta el borde de las mantas que había estado usando temporalmente como ropa de cama durante el desarrollo del Núcleo de Variisis. A través de una ventana cercana, se colaba la luz de la luna, que le permitía ver cómo los dedos retorcidos de una mano se enroscaban y desgarraban la tela. Sintió un escalofrío mientras recorría con la mirada su cuerpo, del que brotaban unos tentáculos que bailaban salvajemente. Un coro de susurros se elevó hasta convertirse en una sinfonía.
El ente levantó la cabeza para revelar un círculo de ojos.
… Peón…
Su voz reverberó dentro de él.
… Kell… de la Muerte…, del Miedo…
Su mente se llenó de destellos invasivos: fuego, edificios ardiendo, elixni gritando. Al principio, pensó que podía ser Riis; un recuerdo que no era suyo. Pero reconoció las calles de la Última Ciudad, su hogar.
Miró sus manos, envueltas en sombras y sangre.
… Lo haremos realidad…
Debajo de él había un cuerpo ensangrentado y desgarrado con el rostro de Eido.
Entró en pánico. Sintió pavor. En la figura de la criatura se dibujó una boca de la que emanaba un aliento gélido, con filas de dientes afilados de los que goteaba un lodo negro…
"¡NO!".
Misraaks se levantó súbitamente, por fin liberado de su parálisis, y pestañeó. La habitación estaba vacía.
La puerta se abrió de repente.
"¡¿Padre?!".
Eido estaba bien.
Misraaks se quedó callado, respirando atropelladamente, y volvió a mirar las mantas, de cuyas rasgaduras emanaban pequeñas volutas de Oscuridad.