Related Collectible
Lore
Distintivo Juramento del Legado
"Yo sé quién soy. Soy un Titán. Mientras pueda, defenderé la Última Ciudad de los que la amenacen". (San-14)
San-14, como la mayoría de los exos, soñaba con frecuencia con la Cripta de la Piedra Profunda. El campo dorado. La inquietante torre negra. La batalla de la que emergían rostros siniestramente conocidos. Como los demás, él tampoco se acostumbraba a esos sueños y no sentía ninguna curiosidad por su significado. No podía ser nada bueno, pensaba desde hace tiempo. Además, su vida diurna lo mantenía muy ocupado.
Sin embargo, desde que había vuelto de las profundidades caleidoscópicas del Bosque Infinito, los sueños se habían vuelto más frecuentes y más extraños.
Al principio, en lugar de batallas, se enfrentaba a un único oponente en solitario. Unas veces era Osiris, otras Marin, Zavala o Ana… Incluso el guardián que lo salvó de los vex. Fuera quien fuera, ponía toda su energía y su Luz en la lucha, pero siempre perdía. Tendido en el suelo, miraba a la torre y sabía que alguien lo estaba observando desde ahí.
La noche antes de que Rasputín avisara a todos de la presencia de naves pirámide en el sistema, el invierno llegó a sus sueños, forzándolo a atacar a un enorme vex alado, diferente a todos los que había visto. Entre dunas de nieve, perdió esa noche y muchas más, viendo cómo un líquido iridiscente (muy parecido a la leche vex, pero contaminada) fluía de sus articulaciones y crepitaba sobre la nieve.
Durante el día, mantenía su entusiasmo habitual. Ayudar a los guardianes a perfeccionar su arte en las Pruebas de Osiris le hacía sentir bien. Al fin y al cabo, lo mejor era concentrarse en las batallas del mundo real. ¿Para qué preocuparse por las cosas que ocupan su mente y que no puede controlar?
Pero, luego, la noche antes de que un vacío de sufrimiento desgarrara el sistema, una mujer apareció en el umbral de la torre. Llevaba vestiduras oscuras y su cabello era prematuramente gris. Con los brazos cruzados, observaba cómo San lanzaba inútilmente una granada tras otra contra los vex.
"Te cegarás con tanto fuego", dijo con desaprobación. "Quizá entonces aprendas a observar en lugar de ver".
De un fuerte golpe, los vex liquidaron a los exo. La mujer suspiró y San se desplomó.
Se hizo el silencio, solo interrumpido por el crujido de los pasos sobre la nieve. "Igual que tu padre", dijo arrodillándose junto a su cabeza. "Todos vosotros".
Le puso la mano en la frente, por encima del casco, como si le tomara la temperatura. "En tu próxima vida, deberías parecerte más a mí".
Entonces, bajó la mano hasta sus ojos y, durante un instante justo antes de despertar, todo estaba oscuro.