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Túnica Tributos Velados
En calma y con los pies en la tierra, pese al tumulto.
Mithrax había ido a ver a Ikora a su despacho con un regalo y una pregunta.
El regalo era un gran tarro de cristal con una especie de sanguijuelas en conserva, aceitosas y brillantes. Probablemente fueran el bocado más delicioso que Ikora había probado en los últimos 20 años. Mientras ambos se afanaban por llegar al fondo del tarro, Mithrax formuló su pregunta tartamudeando.
"Eris Morn ha cambiado", dijo con cautela, e Ikora asintió. "Eligió cambiar, y actuó movida por… ¿Hay alguna palabra humana para 'amor-valentía'?".
Ikora sonrió. "Amor", señaló.
"En ese caso, amor", asintió Mithrax. "Si el cambio es para siempre, si no puede volver a ser la que era, ¿la gente la recordará con cariño? ¿Puesto que su primera elección fue por amor?".
Ikora respondió como si no hubiera luchado ella misma con esa idea miles de veces antes. "Eris siempre será Eris, sin importar la forma que adopte", le explicó.
Mithrax se aclaró la garganta con satisfacción y se inclinó para coger otra sanguijuela. "Sí. Siempre me impresiona la resiliencia de los guardianes, con o sin su Luz. San dice que la titán Sloane adoptó elementos de los poseídos, y que le va bien".
"Así es, y doy las gracias por ello", confirmó Ikora. "Pero… no siempre vuelven, Mithrax. Un viejo amigo mío sufrió la corrupción de los vex de una manera similar. Cuando las pirámides atacaron, se quedó atrás, como Sloane. Pero creo que lo perdimos".
"Siento lo de tu amigo", dijo Mithrax con amargura. "Espero que lo recuerden como un héroe".
Ikora arqueó las cejas, pero no dijo nada.
"Yo también me encontré con una gran mente consumida por los vex", continuó Mithrax. "Tu portaluz y yo intentamos rescatarla, pero se adentró en lo más profundo de la red cuando logró acceder a ella. Aquello me enseñó que la búsqueda de la verdad vale cualquier precio, incluida la consciencia sobre uno mismo".
Ikora sonrió. "Asher habría estado de acuerdo con cada palabra que has pronunciado".
Asombrado, Mithrax se inclinó hacia delante con una sanguijuela colgando de sus garras. "¿Conociste a Achermir?".
Ikora ladeó la cabeza. "Sí, Asher Mir. ¿Cómo diantres lo conoces tú?".
"Asher… Mir", dijo lentamente Mithrax para sí mismo, imitando a Ikora. "Por eso no he podido encontrar ningún registro".
"Ikora", dijo mientras se incorporaba en su asiento, "tengo que contarte una historia sobre nuestro amigo Asher Mir, el héroe".