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Lore
Capucha Cacería Salvaje
Escucha el rumor del viento.
I
La insomne avanzó sorteando los escorias muertos, hurgando en frascos vacíos como un animal carroñero. La primera semana siempre era así, todos los meses, desde que había revivido en la fosa común del campo de batalla de la Costa. Ese día, la habían vencido varias veces. Y muchas más durante el corto año que había tenido la Luz, pero el ritual para recuperarse le daba ánimos. La repetición punzante de esforzarse por alcanzar el aire puro le había enseñado que la persistencia da sus frutos. Con el tiempo, el pánico de las derrotas sangrientas se convirtió en hábiles victorias y reconocimiento. Torpe y tosca, bastó para ganar batallas con resultados llamativos.
Glitz señaló el cuadrilátero de combate prohibido. Los coordinadores no habían informado a la Araña de las contribuciones del sindicato a sus almacenes de éter, ni del descubrimiento de otro portaluz sin dueño. En cambio, habían optado por embolsarse las ganancias y guardar silencio. Quisieron acallar los rumores y mantener los beneficios. En su afán por acabar con ella y atrapar a su Espectro, enseñaron a Trihn a devorar y el vacío liberó su mente. Su corta temporada de combates se había convertido en un mito desde que había escapado, pero su nombre no se les olvidaba. El cuadrilátero tenía que desaparecer.
Dos días antes, se había aventurado más allá de la Costa Enredada, y su vigilante barón, en las tierras inhóspitas que hay entre las fronteras insomnes y la escoria rocosa sin ley. Trihn ansiaba venganza y éter: su alimento primordial, una vigorizante nostalgia. Los elixni que quedaban dispersos por el sistema no tenían nada, pues casi todos los almacenes de las casas se habían consolidado en Europa o en el territorio de la Araña. Trihn no tenía una nave con la que irse de la Costa, pero el que la había traicionado tampoco tenía ninguna. A ella ya le parecía bien quedarse aquí.
"La baliza de proximidad sigue detectando ruido". Shakto, el Espectro de Trihn, se giró hacia ella. "Parece que la pista de tu compañero de fosa era fiable".
Trihn asintió y Shakto inició la transferencia de información a su dispositivo. Luego añadió: "Son rápidos, pero están cerca. Aunque hay poca cobertura en la zona".
La portaluz escaneó la proyección en su antebrazo. "Sí, son rápidos. Deben de ser barracudas, es imposible que vayan a pie. Prepara la mía. Los alcanzaremos antes de que oscurezca".
"Nos oirán si nos acercamos demasiado".
"¿Y?", respondió Trihn mientras apartaba su túnica color mostaza y enderezaba las dos fundas elixni que llevaba en las caderas antes de montarse en la barracuda. El rugido del motor la envió volando por el viento astral.
Shakto se acomodó en un asiento del chasis, por encima del dispositivo de maniobras de la barracuda. La chapa delantera se inclinaba hacia el suelo y estaba decorada con colmillos, como si fuera una antigua bestia terrícola.
"No estamos seguros de que sean caídos. Lo único que sabemos es que algo se ha movido por la línea de ruta".
"Lo único que se mueve así de rápido son las barracudas de los elixni".
Su voz sonaba con firme claridad por el canal directo.
"Podrían ser repudiados con barracudas".
"Son pocos". Navegaba entre puntos de conexión sorteando montículos de tierra. Los escombros se desviaban por la gravedad. "Y nunca se alejan tanto. Es una de sus tripulaciones".
"Driksys te quiere muerta".
"Exactamente".