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Semblante del Destructor
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Peto Buscador Eidolon
III. Te ahondan.
"¿Lo has tenido durante años y nunca se te ha ocurrido mencionarlo?". Eris pasa los dedos por el sucio cristal de contención en el que yace un gran brote de egrégor en la nave del Nómada.
"No lo escondía". El Nómada juguetea con el hueso de Ahamkara de Eris distraídamente. "Nadie ha preguntado nunca. Vaya, tú has pasado por delante varias veces, Claro de Luna".
"Cuántos tesoros tendrás enterrados aquí", comenta Eris como para sí misma. El brillo esmeralda de sus ojos se mueve de un lado a otro tras una fina tela negra.
"¿Quieres…?", el Nómada se acerca a ella. "¿Quieres que te lo enseñe?".
"No hay tiempo. Dime, ¿qué has aprendido de esta muestra de egrégor?".
El Nómada frunce el ceño y mira hacia el enorme brote confinado. "Eh…".
Eris se frota la frente para disimular su frustración. Percibe la traviesa timidez fingida en los ojos de él. Oculta información para intercambiarla por algo. "¿Al menos, recuerdas dónde lo encontraste?".
"Mujer, mejor que no lo sepas". Eris clava la mirada en el rostro del Nómada, que da unos torpes pasos hacia atrás y se encoge de hombros. "Un lugar cubierto de hielo en medio de la nada. No tiene nombre y no te aconsejo que vayas sola".
"¿Pero puedes llevarme?". Eris pone a prueba sus defensas.
El Nómada se sacude el pelaje moteado de su chaquetón y se apoya en el precario pasamanos. "Solo si vamos en tu hipernave. Y yo conduzco".
Eris suspira y echa a andar dándole un empujón al pasar por su lado. "No".
El Nómada la sigue de un salto. "¿Eso es todo? ¿Te vas?".
"Me estás dando largas, rata". Eris le quita el hueso de Ahamkara y se lo guarda bajo la capa. "Llámame cuando quieras hablar claro".
"¿No quieres quedarte a cenar?", pregunta con las manos extendidas.
Eris se detiene y piensa en la combinación asquerosa de desechos que constituiría una comida en ese lugar. Lo mira por encima del hombro. Un último intento de extraer información…
"Es curioso. Cuando Savathûn nos devolvió Marte, no había nada de egrégor allí. Pero, tanto el Glykon como el Leviatán, volvieron con un crecimiento fúngico desenfrenado. ¿Por qué?", pregunta.
Él cede. "Sabes… se pone a cantar si lo quemas en el sitio justo". El Nómada apunta tras él con el pulgar. "Es subsónico. Resuena de forma rara con la tecnología de la pirámide".
"Ah, ¿sí?".
"¿No me crees?".