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Lore
Carcasa Espadachín
Para Espectros que aprecian el viento en las velas.
El Nómada se apoya sobre la barra de El Tanque de Éter y hace rodar una moneda sobre sus nudillos. Eido lo observa en silencio durante un momento y se pregunta por qué los humanos tienen unas manos tan extrañas. Alza la vista hacia él.
"¿Qué haces?", pregunta Eido con curiosidad.
"¿Esto? Un pequeño truco que he aprendido", responde.
"Ya veo. Esos 'trucos' con la moneda me parecen bastante complicados".
"Para nada", dice el Nómada. "Toma, cógela".
Le lanza la moneda y Eido reacciona medio segundo tarde. La moneda impacta contra el suelo, luego cae a través de un hueco en la rejilla y se pierde de vista.
"¡Ay!", exclama Eido. "¡Lo siento mucho! Por lo general, soy bastante hábil".
"Bueno", el Nómada se encoge de hombros… y, de repente, hace aparecer otra moneda de jade entre las yemas de sus dedos como si saliera de la nada. "Será por monedas…".
La moneda salta por encima de sus dedos antes de que la lance de nuevo hacia ella. Esta vez, Eido estira la mano y la atrapa en la palma.
"Veamos qué tal se te da", dice el Nómada.
Eido reflexiona un instante. Coloca la moneda en su mano derecha, en el pliegue de una garra, y la equilibra con la punta del pulgar. A continuación, lanza la moneda hacia sí misma, esta vez de lado, y la atrapa entre los bordes de las dos garras de su mano izquierda tan rápidamente que su movimiento resulta casi imperceptible. Vuelve a hacerlo, de un lado a otro, subiendo y bajando las cuatro garras, haciéndola rodar por el dorso de los nudillos cada vez. Sus movimientos son cada vez más precisos, más hábiles, y la moneda repiquetea con cada ir y venir.
Cuando la lanza al aire, el Nómada la atrapa, con una ceja levantada, impresionado. "Qué pasada. ¿Dónde has aprendido a hacer eso?".
Eido chasquea las mandíbulas y cierra dos ojos con un guiño exagerado.
"Un pequeño truco que he aprendido", responde.