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BOTAS CACERÍA SALVAJE

Leyenda / Hechicero / Piernas / Leg Armor

Avanza con cautela.

Fuente: Recompensa del pase de temporada

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Lore

Botas Cacería Salvaje

Avanza con cautela.

IV

En medio del caos, una estructura metálica rugió y Trihn quedó inmóvil y en silencio, intentando comprender la secuencia de sucesos. La estructura era fina, definida y nunca antes la había visto. Se desplegaba en líneas interconectadas que se perdían, pero permanecían diferenciadas. Trihn se sintió atraída, avanzó y se quitó un guante. Apretó su palma contra la torre metálica color ónix. Algo en el interior se estremeció y cobró vida.

"¿Qué eres?", preguntó ignorando las exclamaciones de preocupación de su Espectro. La respuesta fue solo para ella. Al menos, la primera vez. El día había dado paso a la noche y ella había salido de la cavidad para deambular sin rumbo por el campamento. Había vuelto varias veces a la torre de ónix. Había intentado manipularla, pero la torre había integrado los movimientos. Poder, en muchas formas. Propósito. Tiempo. Sentido. Cualquier rasgo que la ambición pudiera concebir, lo ennoblecía con su presencia. Refinaba la carne. Reducía la grasa. Desglasaba los residuos para dar sabor. Un horror proteiforme. Era algo maravilloso. Gloria encarnada, solo tangible para el que observa.

Le mostró el montón del que había absorbido vida. Le mostró la traición con la que Driksys impregnó las espadas de sus rivales. Le mostró las herramientas con las que iban a despedazar a su Espectro. Desenterró de la memoria las palizas que sus huesos todavía recordaban, y sus ojos se inyectaron en sangre. La ira. La apremiante necesidad de venganza. Le mostró una cabeza clavada en una pica.

Más.

Más.

Más.

Esa noche soñó con el foso. Si esta cosa metálica viviente podía guiarla hasta Driksys, el camino estaba claro. Shakto comentó que parecía más alta. Aproximadamente, dos palmos más alta. Ella pensaba que el metal no podía crecer, que solo se reformaba o se reducía, pero tuvo que aceptar que la estructura metálica había crecido. Trihn trajo las herramientas de su barracuda: algunas se las habían regalado, otras las había obtenido de marcas que ya no las necesitaban, todas estaban desgastadas. El fluido de disolución de las barracudas aparcadas podría estabilizar el proceso. Llevaba tres frascos de éter que había cogido del campamento colgados del cuello, en una ligadura improvisada. El resto los dejó en las alforjas de su vehículo. No era necesario que Shakto la advirtiera del peligro. Ya había muerto por eso antes. Su primera victoria había sido su primera recompensa. Eso le daba fuerzas y le ayudaba a concentrarse. El Espectro la esperaría.

Trihn colocó las herramientas ante la estructura fusiforme de ónix.

Una fina seda sobre cuero las protegía del polvo.

Siguió con la mirada las herramientas cromadas.

Las limpió con un trapo impregnado de aceite.

Preparó la Luz para contener su vigor, en caso de que las cosas se torcieran.

Conectó el calibrador de dispersión horadado a un tubo limpio y transparente.

Un tubo coronado con un impoluto pincho de oro.

Extrajo un líquido de color zafiro perfectamente diluido.

Pellizcó la piel del muslo bajo las vendas frescas.

Carne con ónix.

Procedió a la inducción.

Un frío hormigueo recorría sus venas. Los músculos se tensaron y se hincharon contra las fundas de Luz en las que los había envuelto para protegerlos. Sus huesos crujieron bajo la tensión provocada por el éter. Se humedeció los labios, exhaló con un regusto de nitrógeno salino y se estremeció. Su cuerpo empezó a estabilizarse y los temblores aumentaron. Trihn estiró la cabeza y el cuello. Se sentía electrificada. Su columna vertebral estaba tan encorvada que parecía que iba a partirse.

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