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Lore
Borceguíes Séptimo serafín
Por fin, la salvación.
Capítulo 4: Cara a cara
Voronin era incapaz de cerrar la boca. Sus pulmones habían olvidado cómo respirar. El pulso se le aceleró, tenía el estómago revuelto y se preguntó por un instante si estaba en el más allá. De pronto, sintió las piernas y se puso en pie.
El Viajero, así lo llamaban. Había escuchado historias por todo el sistema, pero jamás pensó que viviría para ver. Parecía que ahora era él quien observaba a Voronin.
Dio un paso al frente como si así se pudiera acercar al esferoide achatado en el cielo sobre él. Tropezó. El suelo era tan abrasador a sus pies que la goma de sus botas se había derretido. Un pensamiento banal cruzó su asombro: "Ahora parezco imbécil frente al Viajero" y sintió vergüenza.
El rugir de los truenos seguía resonando en la distancia. Fue cuando se percató de que estaba en el ojo de la tormenta. Clamaba a su alrededor, pero la calma reinaba en su pequeño círculo. Seguro que era cosa del Viajero. El gran salvador. Se aferró a Morozova, sin tener claro cuánto tiempo duraría aquella situación, y la puso en pie. Estaba gravemente herida y la herida en la pierna sangraba sin parar.
"Quédate conmigo", le pidió a Morozova y al Viajero a la vez. Solo uno de ellos hizo caso. El Viajero estaba de paso y la tormenta volvía a la carga.