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Lore
Arnés de Raiju
Para domar aquello que no tiene maestro, debe soportarse la tormenta.
Tohr se sentó en la cima de una colina cubierta de nubes de tormenta y rodeada a la distancia por mar y niebla. El Remolino se extendía a lo alto; se había originado por la rendición de Tohr. Había rugido por años, justo como antes de que Tohr reclamara los reinos y desafiara al Remolino de Raiju.
Las nubes avanzaron al borde de la tormenta y lanzaron rayos divididos a través de una supercelda de cumulonimbos. Algunos golpes viperinos de carga eléctrica chamuscaron la tierra con una frecuencia aterradora, mientras los rayos retumbaban en el cielo. La carcasa marchita de Tohr permanecía quieta, meditando, muerta desde hace tiempo, y disfrutando del brillo metronómico de cada destello. La armadura que recubría su cuerpo dejó escapar una destello de luz, latiendo como una guía para buscadores de emociones. Esto había llamado la atención de Tyv Lucine varias veces.
Ella miraba desde la base, intentando establecer una ruta segura a través de la fulminación dispersada. El barro salado cedió a su peso en algunos lugares; en otros, los filamentos de vidrio dispuestos como coberturas lo resistieron. Podía sentir la estática fluir a través de la red de conexiones cristalinas, como conductos desesperados por salir y tocar la tormenta. Su Luz se estremeció, dando la bienvenida a las erupciones de arco que que las hebillas de sus botas saltaran. Tyv Lucine dio otro paso a uno de los soporte brillantes en el suelo. Una descarga descendió y tocó tierra.
El Remolino se calmó cuando alcanzó el cuerpo de Tohr. Una vara yacía en el suelo. El aire era como una pantalla de presión cargada a su alrededor, pero Tyv sabía cómo encontrar espacios. Sabía cómo controlar los rayos y hacer fluir arco en círculos: la Luz se lo había enseñado. Deslizó su mano a través de la barrera y levantó la placa de Tohr. Inhaló ozono y humedad, y ajustó el arnés en sus hombros.
Los rugidos tronaron desde lo alto y las descargas se dispersaron por toda la colina de Tohr. Tyv recogió la vara del suelo y manipuló su luz de arco para que adquiriera su forma. Los reinos estaban asegurados, y el desafío estaba decretado. Controló la tormenta y vivió, hasta el día en el que los rayos crearon carne.
-Legado de Raiju