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La última estrella de medianoche
Reúnanse, pequeños. No, no hay autómatas para la cena, ni fideos. Esta noche es una ocasión especial: pan de maíz y tripas de cerdo. Esto es historia en un plato. Y no me miren así sin siquiera probarlo. Si el mundo va a acabarse de nuevo, es hora de que coman algo del pasado de nuestra familia mientras escuchan sobre él. Sobre cómo el clan Rigby sobrevivió la última vez que el mundo se oscureció.
Nosotros, los Rigby, no siempre hemos ocupado los confines de la Ciudad. Hace mucho tiempo, salimos de un lugar que era antiguo y húmedo, más cálido que las llamas de Perdición, tal como lo han descrito su abuela, la abuela de su abuela y el abuelo de ella. Este también era un lugar en el que el mal deambulaba concediéndole a la gente lo que fuera que sus corazones desearan.
Y yo sé que esa parte es cierta, porque su ancestro Sean Rigby se encontró en una intersección a medianoche, ebrio y con ganas de hacerse el tonto, y… la vio. Estaba de pie viendo la hora y se veía mejor que nadie durante el bochorno de agosto. Era alta como un álamo en flor y tenía una sonrisa que se llegaba casi hasta sus ojos. Algunos dicen que el diablo es un hombre con una barba puntiaguda. Otros dicen que el diablo es una bestia espantosa con garras y cola. ¿Y Sean? Él lo supo en ese instante: el diablo era una dama.
El diablo se acercó a él y clavó la mirada en su alma desbocada. Su voz era dulce como la madreselva cuando dijo: "Te conozco, Sean Rigby. Te he visto sudar y llorar por un pedazo de tierra que ni siquiera puedes decir que es tuyo. He visto a tu familia luchar por salvar un apellido que para ustedes tiene más valor que el oro. Bien, Sean Rigby: vendrá un juicio. Uno que borrará todas las tierras y todos los nombres, prestigiosos o desconocidos, de esta Tierra. Solo yo puedo preparar el camino para proteger una de estas cosas que aprecias tanto, si tu familia acepta tener conmigo… una deuda".
El viejo Sean ya era un pecador, pero los hombres que no tienen nada pelean por conservar lo poco que tienen. Él pensó que estar vivo y comprado por el diablo era mejor que estar muerto, así que dio el apretón de manos. El diablo abrió los ojos: uno, dos, tres, y le señaló la última estrella en el cielo en el extremo más lejano hacia el sur. Le dijo: "Esa es tu estrella, Sean Rigby. Síguela cada noche, y cuando la última estrella empiece a acercarse más al suelo, cántale. Canta: 'Al Eck Ruk Nam, Shu Nam Eck Ur', hasta que hagas que la estrella descienda a la Tierra. Hazlo, y tu familia sobrevivirá".
Los Rigby obedecieron y viajaron hacia el sur. Cada noche cantaban, y cada noche la estrella descendía un poco más. Cuando finalmente cayó, estaban a salvo bajo el Viajero.
Pero ahora, les doy la misma advertencia que me fue dada a mí: el diablo no ha regresado a reclamar lo que es suyo… No lo hizo con Sean, ni con ninguno de los Rigby que le siguieron. Aun así, una deuda es una deuda. Entonces, aprendan y recuerden la canción, pequeños… y aléjense de las intersecciones cuando se oculte el sol.