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Lore
Carga de Luz
Con osadía hacia las fauces de la muerte.
"Intentar comprender las elecciones de la Gran Máquina es inútil", explicó Mithrax amablemente.
Él y Eido estaban sentados en una cornisa con vista al distrito eliksni. Observaban colibríes intrincados, algunos con estilos eliksni detallados, surcar las muchedumbres dispersas.
"He preguntado muchas veces, de muchas formas, por qué la Gran Máquina nos abandonó" prosiguió. "Por qué defendió a la Tierra y no a Riis. Por qué le dio la Luz a la colmena y no a los eliksni".
Refunfuñó pensativo. "Pero la Gran Máquina no responde, porque no es así como obra".
"Entiendo que la Gran Máquina es… inescrutable" respondió Eido. "Que actúa más allá de la razón y la causalidad".
"Pero lo que no comprendo", continuó bruscamente "es por qué los humanos no la aprecian tanto como deberían".
Mithrax la contempló atentamente. "¿Eso crees, hija?".
"Así es", respondió Eido con firmeza. "Hace poco, encontré una oda humana antigua en los registros de los criptarcas. Menciona a una brigada de guardianes que atacaron posiciones enemigas y arriesgaron sus vidas porque sabían que resucitarían con la Luz".
"Los guardianes se toman la vida tan a la ligera como los saqueadores con los que luchamos", continuó desesperanzada.
"Estás en lo cierto, pero así también ocurrión en Riis", admitió Mithrax mientras recordaba la dolorosa historia de Namrask. "Los eliksni no comprendieron cuánto apreciaban la Gran Máquina hasta que se fue".
"Es lo que hacen todos los seres, no solamente los humanos", reflexionó. "Pero no es así como la Casa Luz hará las cosas".
"No", afirmó Eido. "Nosotros no haremos lo mismo".