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Lore
Capa Furia resonante
Me visto con el vacío y con su empatía aprendo que solo mi voluntad perdura.
Te fallé, mi Testigo.
Les enseñé a los ahslid a construir una torre hacia el cielo sobre un cimiento de arena. Me encerré en irrelevancia durante 10 largos ciclos a lo largo de esa lección final y, al concluirse, mis alumnos superaron mi habilidad como maestro. Se desplomaron. Una puesta de sol de fuego atómico borra todo excepto el liquen de este árido globo.
Pero Uun está ante mí, el último sobreviviente de su especie sin sentido. Aunque era sordo a las lecciones que le enseñé sobre el valor de su gente, devoró todo lo que tenía que ver con tenacidad y lo convirtió en su núcleo. Solo él entre su gente vio el patrón en mis asesinatos, en el ascenso de niños cuyos orígenes reflejaban los suyos.
Mi deber hacia ti fracasó. El mayor defecto de mi destreza manual está ante mí. Y, sin embargo, me encuentro cargado de orgullo.
Me apunta con un arma y nunca aprendí cómo llaman a sus dispositivos. Es tan irrelevante como todo lo demás que le daba forma a su cultura.
Pero es el primero en levantarse y enfrentarse a mí.
Lanza odio contra mí. Y se rompe.
No sabe cómo me llamo. No conoce mi propósito. Y exige. Luego, implora. Luego, ruega. Se postra en el suelo, su caparazón se destroza con convulsiones, como si el luto ordeñara el dolor de su carne.
Y soy débil, mi Testigo. Susurro: "Soy Rhulk".
Carente de contexto, es tan insignificante como cualquier otro aspecto del fin de su gente. Algo sagrado dentro de él muere y mira hacia arriba igual que yo te miré.
Y solo ahora agradezco tu lección.
