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Lore
Yelmo de prefecto
"El pasado es el pasado; no podemos volver a él. Lo único que podemos hacer ahora es pelear por el futuro que nuestro pueblo merece, con espada y sangre". (Valus Cau'tor)
Cau'tor sonrió mientras su hija caminaba hacia adelante arrastrando su mano a través de los suaves filamentos de los florecimientos de valac. A su paso se arremolinaba polen bioluminiscente, apenas visible en el resplandor de la puesta del sol. Cau'tor cerró los ojos e inhaló profundamente, deleitándose con el embriagador aroma que marcaba el comienzo de la temporada de lluvias.
¿Por qué me trajiste hasta aquí? Preguntó su hija. Incluso mientras hablaba, Cau'tor la imaginó: una niña pequeña jugueteando con túnicas de colores brillantes. Abrió los ojos y vio a una guerrera adulta con un traje de batalla imponente.
Señaló el espadón enchapado en su cadera. "Los escribas dijeron que esta mañana peleaste con ferocidad en combate".
"Mi hoja es insaciable", contestó blandiendo el arma y apuntándola juguetonamente a su padre. Su sonrisa disminuyó ligeramente. "Podrías haberlo visto tú mismo".
Cau'tor hizo todo lo posible para ocultar su dolor. "Pronto lo haré, Ta'nam".
Ta'nam envainó la espada. Bajo los escarpes de Cau'tor crujieron hierbas y pétalos secos mientras se acercaba a su hija y ponía una mano sobre su hombro.
"Entonces, ¿de qué se trata esto? ¿Un recordatorio de casa en la víspera de la batalla?", preguntó Ta'nam.
Su padre se burló. "¿De verdad necesitas que te lo recuerden?".
Ta'nam hizo una mueca. "Lo extraño todos los días".
"Todos lo hacemos", dijo su padre con un fuerte suspiro. "No, quería que tuvieras una última oportunidad de verlo con tus propios ojos".
Ta'nam volteó, con la frente fruncida. "¿Última oportunidad?".
"Suficiente", gritó Cau'tor. Un bajo estruendo resonó a través de sus huesos y el mundo cambió. Montañas lejanas se ondularon y se extendieron hacia el cielo; las flores estallaron y se volvieron nubes de burbujas retorcidas. El mundo se desdibujó cuando la luz y la materia se drenaron como fluido viscoso hacia una creciente grieta en el cielo; una sombra que crecía hasta que los consumió.
Despertaron a bordo del Barbatos Rex, que todavía se desplazaba entre las estrellas. Sus manos estaban sujetas alrededor del mango de una antigua hoja oxidada. Un psiónico estaba cerca mientras los últimos zarcillos espectrales de energía psiónica que conectaban a los tres se disipaban.
Cau'tor asintió al psiónico. "Retírate".
"No lo entiendo", dijo Ta'nam tan pronto como estuvieron solos.
Cau'tor levantó la hoja. "Hace cuatro generaciones, gracias a esta arma, nuestra familia se ganó su lugar en el imperio. Su historia hace de ella un epicentro importante para los paseos mentales". Examinó el filo cuidadosamente y midió su distribución de peso. "Pero la historia es el lujo del vencedor".
Cau'tor tomó el arma con ambas manos, la rompió por la mitad y trituró el material quebradizo en sus guanteletes.
Ta'nam retrocedió ligeramente. "Padre…"
"El mundo del que vino esto se ha ido", continuó Cau'tor. "Nuestro hogar ya no está detrás de nosotros. Está por delante, en la distancia, más allá de una imponente montaña y sobre un gran mar".
Ta'nam asintió. "Somos cabal. Devoramos las montañas y bebemos los mares".
Cau'tor se inclinó hacia delante. "Pero no puedes hacer esto si tu hambre está saciada por un capricho indulgente. Así que nunca volveremos a caminar por estos pensamientos".
Ta'nam se puso rígida. "Entiendo".
"Sol es un cementerio para nuestro pueblo. Pero esos guerreros nunca vieron nuestras ciudades arder en fuego de alma. El recuerdo del hogar no debería ser un consuelo, hija mía, sino la herida que provoca tu frenesí sanguíneo".
Ta'nam asintió, pero el nudo en su garganta la obligó a hablar. "¿Les temes, padre? ¿A los guerreros de Sol?".
Cau'tor sonrió con orgullo, y tomó la mano de su hija. "No lo hago, hija mía. Porque peleo con Ta'nam, y su espada es insaciable".