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Lore
Grebas de agonía
Acólitos de Nezarec: Briar - IV
"¡No pedí tu ayuda!", le grité.
La ira salía de mí.
Mi cuchillo estaba manchado de rojo. No debí haber podido verlo. Nada de todo eso. Pero ahí estaba yo, mirando a mi espectro.
"¡Necesitas tu vista!", Firethorn regresó. Su voz estaba llena de preocupación, algo que ignoré en el momento, pero que recordaría en los años venideros.
"¡No puedes decidir eso! ¡Él se aprovecha de mi vista!".
Di un paso adelante, y Firethorn se acercó flotando para encontrar mi mirada.
El arma me tembló en la mano cuando un vago susurro cosquilleó en mi mente.
… Hazlo…
Grité y me cubrí los oídos. En los árboles pude ver las sombras formarse de nuevo. No podía soportarlo más. No podía hacerlo, pero sabía que Firethorn solo seguiría curándome.
"Debes terminar con esto", insistió Firethorn. "¡Estás perdiendo el control! ¿Dónde está el gran Briar de las zarzas salvajes?".
… Muerto…
"¿La espina que atravesó el corazón de los que serían dioses?".
… Una marioneta…
¡El dolor y el terror eran tu sinfonía!".
… Mi sinfonía…
"¿Qué ha sido de…?".
Recuerdo lo fácil que fue para mi mano agarrarlo. El modo en que lo derribé al suelo y perforé su lente con mi cuchillo. No me había dado cuenta de lo que había hecho hasta que vi que la luz se le apagaba en el ojo.
Los pedazos de Firethorn fueron lo último que vi antes de sucumbir a la oscuridad permanente.