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Lore
Carcasa Último bastión
Para los espectros que mantienen la posición.
El exguardián ordena dos tazas de té mientras el hombre mayor se sienta frente a él. Intercambian palabras hasta que llega el té.
El exguardián sopla su té. "Sabes, el otro día casi lo compro. Estaba en la ZME, observando Gambito desde unos 500 metros; con esas miras de alta resolución que encontramos en Ío. Había una cazadora posada en las ruinas, infligiendo daño con ese rifle de francotirador de alto calibre".
"Cuando estaba por disparar, alguien le lanzó una granada de picos y el proyectil se disparó hacia mí. Me pasó a unos centímetros de la oreja. Pude sentir cómo giraba, te lo juro". La mesera deja un pequeño plato de pistachos en la mesa.
"Gracias, Nance", dice el hombre mayor y muerde una nuez. "Debe haber sido espeluznante. Apuesto a que te ensuciaste los pantalones".
"Para nada. Esa es la cuestión, ni siquiera parpadeé". El exguardián sacude la cabeza. "Me han disparado a la cabeza tantas veces y me han resucitado tantas otras más que ni se me ocurrió que podía morir. Ya sabes, morir, morir. Me olvidé de que ella no estaba más".
"¿La extrañas?", pregunta el hombre mayor y levanta las cejas.
"Claro que sí. Cuando vives durante siglos, dejas de hacer amistades. Me refiero a amigos mortales, humanos. Te cansas de verlos morir. Puedes rodearte de otros guardianes, o hasta de tu escuadra, pero nadie con una perspectiva real de la vida. Y eso me daba Liadris. Aunque parezca mentira, era muy realista, para ser un patrón energético. Tal vez era un espectro, pero yo la consideraba una persona. Y una amiga".
El exguardián se seca una lágrima recién formada del ojo. "Diablos, claro que la extraño".