Curated Roll
Related Collectible
Lore
Capa Coyote Neotérico
“Supe mi nombre en el instante en que mi Espectro me encontró”. (Therin Vai)
Therin Vai se asombra de su buena suerte.
Después de tambalearse a través de un desierto inhóspito con solo su nombre, su Espectro y su armadura; encontró la salvación en la forma de un pequeño grupo de desdeñados amigables. Le dieron la bienvenida en su pequeño campamento pobre. Lo alimentaron: agua potable, conejo sin condimentar, un pequeño cucharón de miel. Lo entretuvieron: rumores, chistes, una epopeya que toma más de una hora y media para ser contada. Estos son los primeros desdeñados que conoce, y rápidamente decide que quiere ser como ellos.
Hay una mujer entre ellos que resalta. Su piel es como la de él. A medida que el fuego se apaga y las personas se van a dormir o hacen guardia, él encuentra una excusa para sentarse a su lado. Es tímido; no sabe qué decir. Mientras desprende las vísceras secas de la cabeza de un mazo tan alto como ella, levanta la vista un momento. "¿Hace cuánto que fuiste resucitado?", preguntó.
"¿Cómo?"
"Lo siento, ya que tu amigo te despertó". Ella lleva la barbilla hacia su Espectro, luego vuelve a limpiar su arma.
"Oh, eh..." Él mira al Espectro.
"Seis días", responde el Espectro.
"¿Cuánto tiempo estuvo muerto?" le pregunta. Therin se da vuelta para mirar, esperando la respuesta. Esa pregunta ni siquiera se le ocurrió a él.
El Espectro gira su carcasa, pensando. "Es difícil decir con exactitud. No hace mucho. ¿Tal vez un mes?" Ella le acaricia la mejilla con afecto. "Eras un asco".
La mujer asiente pensativamente, luego se extiende para frotar la esquina de su capa entre el pulgar y el índice.
"¿Por qué?", pregunta Therin después de un momento.
"Nunca vi vestimentas como las tuyas, nada más", la mujer se encoge de hombros. Ella se va, mira de nuevo al Espectro. "¿Lo sacaste de un naufragio, tal vez?"
El Espectro asiente con la cabeza. "Sí".
Therin entrecerró los ojos, desconcertado. Al ver esto, la mujer apunta el extremo de su martillo de guerra hacia el cielo. "Tú y yo, venimos de las mismas personas. Y esas personas están ahí arriba."
"¿Sí? ¿Qué sabes de ellos?"
La mujer sacude la cabeza. "No mucho. Sé que debemos haberlos dejado por una razón. No te preocupes tanto por ellos". Ella acaricia su rodilla. "Primero debes conocerte a ti mismo. ¿Sabes quién eres?"
"Therin Vai", dice con confianza.
Ella sonríe. "Therin Vai", repite la mujer, y la confianza en su voz hace que el nombre suene más legítimo, más real, que cuando él lo compartió solo con el espectro.
El silencio vuelve a reinar en el lugar. Un tronco se quiebra en el fuego.
"¿Crees que puedo quedarme con todos ustedes?" pregunta al final, lleno de optimismo cauteloso.
La mujer mira su manto hecho jirones, sus cuchillos, su cuerpo delgado. Él no es uno de ellos, ni mucho menos, y ella lo sabe aunque él no lo sepa; pero no siente prejuicio en la voz de la mujer. Solo escucha bondad cuando ella dice: "Por supuesto. Quédate todo el tiempo que quieras".
