Lore
Invocatormentas
El primer día que invoqué la tormenta fue un día de finales. El final de un camino, la cima de una montaña. Pero, cuando bajas de la montaña, no te la llevas contigo. ¿Cómo iba a mantener la profunda sabiduría del ojo de la tormenta que abrió mi línea directa con el huracán?
Una paz atormentadora. La calma y la tormenta. ¿Por dónde empiezo?
Me inundaban las preguntas mientras intentaba poner mis pensamientos en práctica. El olor amargo de la radiolaria era un recordatorio de que el entrenamiento había terminado. ¿Me había preparado bien? ¿Tenía otra elección?
Golpeado y sangriento, les clavé la mirada a los enemigos indolentes. Eran aterradores; me habían dejado vacío. Pero sé qué es lo que se mantiene apacible en medio de la disonancia.
La valentía. La valentía de enfrentar el torrente, de proclamar la paz en frente de la violencia. La valentía es el único llamado que la tormenta escucha.
No me ignorará.
Los truenos retumban y los relámpagos azotan. El viento sopla y la lluvia cae. Mis enemigos ya no están. Pero la paz… la paz nunca me abandonó.