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Lore
Yelmo Juramento de legado
"La vida está sujeta al tiempo. Tienes que saber cuándo apretar el gatillo, dar un beso y sobre todo… encontrar una salida". (Cayde-6)
En lo alto de la Última Ciudad, oculto en una de las muchas alcobas de la Torre, Cayde-6 hojea un viejo libro. Fue tomado de la biblioteca del Orador y es delicado por su antigüedad, o eso cree él, así que voltea las páginas con mucho cuidado. Su sentido del tacto es bueno; desde luego, hay suficientes circuitos en sus dedos de metal para realizar los tiros más precisos. Pero hasta el más delicado de los contactos podría romper el frágil papel…
Cayde se detiene en una página. "Si hay cuentos y canciones piratas, tormenta y aventura, calor y frío…".
De repente, una ráfaga de viento sorprendentemente helado casi arranca el libro de las manos de Cayde. "¡Al diablo con este maldito cubo de hielo!", grita, mientras se tambalea en su asiento.
Se afianza e inhala profundamente. Resiste, Cayde. No estás en un maldito cubo de hielo ni nada parecido. Estás en la Tierra, en la Última Ciudad.
Pero el recuerdo persiste, como el contorno de neón segundos después de activar el flash cegador de una cámara. Las llanuras blancas cual nieve de una luna distante, un sarcófago de hielo y hierro.
—flash—
Sí, así es como se siente Europa para Cayde-1 mientras carga varias cajas en el muelle fuera de la fábrica de exociencia. Hasta el cielo se está gris, y despide por todos lados una luz opaca y adormecedora. Un cielo de advertencia, piensa él. Los marineros tenían una rima para eso, ¿no es cierto?
Como sea, el entorno de trabajo no es motivante. Cayde se sienta en una de las cajas. "Tomaré un descanso. La necesitemos o no, esta es nuestra hora del almuerzo. Me niego a trabajar durante el almuerzo".
Junto a él, Knox-4 suspira con alivio y nostalgia. "Extraño los almuerzos. Extraño tener hambre".
Cayde sonríe tanto como su rostro metálico se lo permite. "Mmm…", entona, imitando lo mejor que puede al Dr. Abrams, "¿Entonces dirías… que tienes hambre de tener hambre?".
Knox ríe a carcajadas. Cayde ríe discretamente. No fue tan divertido. Pero cuando la risa de su amigo aumenta, también lo hace la de Cayde. Pronto se están apretando y aullando.
Gradualmente la alegría se desvanece. "¿Qué le dijiste al loquero?", pregunta Knox. "¿Le contaste sobre los susurros?".
Cayde niega con la cabeza. Antes de poder hablar de la inutilidad de los psicólogos, el susurro resuena en su cráneo de metal. La advertencia de los marineros es el cielo rojo matutino, pero tú no eres marinero.
Se oye un quejido en el muelle de carga. Un segundo después, una pequeña figura con traje para nieve sale corriendo hacia el extremo más alejado de la fábrica. Cayde y Knox gritan, y empiezan a perseguir al fisgón. No hay ningún francotirador, pero Cayde busca su pistola de BrayTech, apunta temblorosamente y…
—bang—
Cayde-6 vuelve en sí justo cuando tropieza con su escondite. Revuelve entre los montones de botines, hasta que… "¡Ajá!". Encuentra una pluma. Cayde-6 no ha terminado. Abre el libro, ya no es cuidadoso con las páginas, y comienza a garabatear.
"Pasa tiempo con un exo que lo ha vivido como nosotros y verás todo lo que dice…".
