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Lore
Botas de prefecto
"Ghaul te ordenó morir por su vanidad. Solo te pido que pelees a mi lado por el imperio. La elección es tuya". (Emperatriz Caiatl)
(Una ráfaga de electricidad rompe un árbol, lo que humedece la fauna bermellón de Nessus en todo el campo de batalla).
Vatoc, el psiónico, había sido un cobarde antes, y más de una vez. Mientras se apoyaba detrás de una torre vex y agarraba su fusil vacío, recordó su legado de huidas apresuradas.
Escapó de las enfiladas del fusil de detención y de las descargas de fuego del alma en las flotillas de detrito del Arrecife.
Huyó del avance incansable de los cronómatas, casi hirviendo en su traje en medio de desiertos mercuriales.
Sobre todo, huyó de las carcasas infestadas de Luz, los inmortales guardianes de Sol. Una y otra vez, salvó su propio cuello, solo para que la Legión encontrara una nueva tarea y lo arrojara de vuelta a la pelea; sabían que era débil, pero con los legionarios cayendo en masa, no había otra opción.
(Un rugido se extiende a través del cañón mientras un triturador humeante cae y termina en el olvido).
Vatoc no se sentía culpable por sobrevivir; para los psiónicos, la supervivencia era todo lo que se tenía. No había honor que ganar, ni progreso en los rangos, ni riqueza que acumular. Todo lo que dejaba la Legión era la vida y Vatoc iba a asegurarse de que durara tanto como fuera posible.
Pero eso fue antes de que Ghaul se desintegrara en átomos y se dispersara por todas las estrellas. Antes de la apuesta fallida con el dispositivo de tiempo del hechicero. Antes de que el Todopoderoso, brillante triunfo de la Legión, fuera arrojado como un guijarro y dejado a un lado por un dios indiferente.
Ahora llegó la emperatriz Caiatl y, con ella, la promesa de algo que Vatoc nunca imaginó que tendría: la libertad. El poder total del imperio había llegado en una cabalgata de fragatas y naves que llenaba el espacio entre los mundos con un poder destructivo. Por primera vez en su vida, la elección de Vatoc no era simplemente sobrevivir, sino elegir por qué vivir.
(Un coloso emite un llamado a las armas; una cacofonía de fusiles de postas resuena en respuesta).
La batalla se recrudeció a su alrededor y sus compatriotas cayeron. Podía ver el camino a la seguridad. Grietas oscuras entre tepuis donde podía correr y esconderse. Donde sabía que podía sobrevivir.
(Vatoc recarga su fusil y canta un juramento a su emperatriz).
Había sido un cobarde antes, pero ya no.