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Lore
Carcasa empática
Para espectros que sienten la Luz de otros.
Los que estaban en la Ciudad miraban al cielo con inquietud. La Pirámide podía aparecer en cualquier momento.
Habría un ruido repentino (o, peor aún, ningún ruido) y luego una sombra. (¿Algo tan oscuro proyectaría una sombra?). Y luego estaría ahí, sobre ellos, en el cielo (o aterrizaría, dijeron algunos). Después, algo saldría disparado de ella (o consumiría totalmente el planeta, o tal vez algo saldría) y ese sería el final. Tan simple como eso.
Y no había nada que pudieran hacer.
Luego miraron hacia la Torre e imaginaron grandes planos formándose. Vieron figuras que se paseaban por encima de ellos, mirando al Viajero arriba y mirándolos a ellos abajo. Había consuelo en la creencia de que algo se estaba formando, aunque no aliviaba la ansiedad de preguntarse si la nave vendría ahora, si el último momento era ahora, o ahora, o AHORA…
Así que la gente de la Ciudad entró porque, aunque una capa de metal y yeso no los protegería de la nave, les impediría mirar al cielo.
Prefirieron ocuparse en algo. Los que tenían el conocimiento remendaron techos o pusieron cables a nanoescala, o cosieron ropa. Cuando terminaban, hacían lo mismo para otros que lo necesitaban.
Algunos juguetearon con las aleaciones y las decoraciones metálicas en el aire. Los que preferían materiales más tradicionales levantaban nubes de aserrín mientras trabajaban la madera dura. El tembloroso trino de una sierra de éter tocaba a dúo con el telar de chasquidos.
Ahora, bañados con atención, los jardines hogareños florecieron. En las mesas había montones de tazones de ensalada fría y picante, y el vinagre se vertía sobre las hojas verdes oscuras con tallos naranja. Había sopa de patatas con cebollas verdes picadas y guisantes dorados frescos. Había pan crujiente horneado con hierbas.
Y la gente se sentó en círculos, familias y vecinos, pasándose tazones de sopa caliente. Pasaban sus manos por los lisos aparadores de madera, admiraban las pinturas y sostenían suaves mantas en sus regazos.
En lugar de mirar al cielo, se miraron los unos a los otros.