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Lore
Guantes Cacería Salvaje
Tirando de los hilos de la causalidad.
II
"Solo digo que es una batalla que podemos evitar. La Araña no les da mucho". Shakto quería decir que no valía la pena dar la vida por ello, pero había visto su cáscara hambrienta demasiadas veces como para saber que no era cierto. Siempre valía la pena dar la vida por sustento. Y, para ella, herir al círculo valía cien vidas.
"Vale la pena para nosotros. Hasta para herir a Driksys si no está presente. Si el éter cesa, cesará la lealtad, y el conflicto".
"Es posible que no haya venido en persona. Aun así, Driksys sirve a Avrok". Shakto aumentó el volumen de su voz en las comunicaciones, lo que hizo que retumbara en su casco y sus oídos zumbaran. "No debemos atacarlo directamente. Todavía no. Eso llamaría la atención de la Araña".
Trihn golpeó su casco con la base de su mano para silenciar el zumbido. "Si solo hiciéramos lo que apruebas, tendríamos menos de la mitad del armamento y menos de una porción del conocimiento". Apagó el motor de la barracuda al llegar a una cima que tenía vista a un campamento de chozas en lo bajo del barranco.
"No es eso", dijo Shakto mientras bajaba del vehículo.
Más abajo, seis barracudas se encontraban estacionadas con los motores encendidos mientras se enfriaba el metal. Uno de los sirvientes de la Araña se encontraba apartado en una esquina, cerca de un montículo vertical de piedras. Destellaba de forma hipnótica cada vez que se prendía y se apagaba el flujo eléctrico.
"Qué raro", dijo Shakto mientras avanzaba flotando. Un brillo atmosférico opaco marcaba el límite entre las estrellas y el espacio vacío detrás de él. Trihn bajó del vehículo y habló sin mirarlo.
"Más es más".
"Si aquí hay un sirviente, esto es serio".
"Driksys. Ese de allá es una barracuda de un asociado mayor".
"Puede ser de Avrok o de alguno de los otros. Escúchame, Trihn. Si la Araña se entera de que le estás robando y matando a sus asociados, enviará a su agente. Y eso es lo que menos queremos".
"Solo si los dejamos con vida".
"¿Y quién crees que vendrá si los matamos? No estás lista para una batalla de esa magnitud".
Trihn se arrodilló y examinó el campamento vacío. "Entonces esperaremos a ver quién viene".
Ya era de mañana cuando el movimiento rompió el zumbido del silencio. Trihn sintió sus párpados temblorosos, mientras veía sueños en efecto zoótropo entre parpadeos llenos de luz que se expandían en el horizonte.
"Ahí". El tono de la voz de Shakto se destacó sobre el murmullo del ambiente tectónico del Arrecife.
Trihn se inclinó haciendo un crujido para mirar sobre la cima. En el barranco de abajo, un capitán eliksni, adornado con plumas que sobresalían en todas direcciones, se arrastraba con un solo brazo por el suelo. Gas y líquido de éter burbujeaban de los arañazos que atravesaban su máscara y equipo.
"No es Driksys". Las palabras de Trihn revelaban un tono de entre decepción y alivio.
"No".
"Pero es uno de los suyos. Reconozco las plumas de punta roja".
"Un subordinado. Mejor para nosotros".
"¿Qué sucedió?"
"Que yo sepa, no hubo movimiento en el perímetro ni descargas de armas", dijo Shakto con voz aguda y un dejo de aturdimiento.
"¿Sabes quién es?"
"¿Desde aquí? ¿Con su rostro metido en la tierra?"
Trihn se puso de pie y sacudió su ropa. "Voy a echar un vistazo de cerca".
