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Guanteletes de Explorador
Colócate en la puerta. Ábrela y sostenla para quienes te siguen.
BÚSQUEDA DE SENDEROS - II
Ylaia puso las manos de nuevo sobre el cristal de enfoque. Habían pasado meses desde que había visto las estrellas. En su lugar, todos los días tenía el panorama de la misma habitación de piedra que compartía con otras doce agrandada para servir de campo de entrenamiento y alojamiento para un nuevo plantel de técnidas. El olor a humedad hacía que Ylaia anhelara el aire libre de las altas torretas de la Ciudad Ensoñada.
Se imaginaba que perforaban el cielo como mástiles y atraían las nubes hacia las velas. En su mente, toda la ciudad surcaba el Océano Ascendente y navegaba por las líneas ley como por corrientes. Ylaia se ubicó allí: un viaje, el nido de cuervo de una torreta en busca de una tierra lejana, anclas ascendentes que refrenaban las velas infladas por las nubes contra el viento de su voluntad.
Intentó introducir aquel lugar en este, dejar que se encontraran e intercambiaran atmósferas.
"Vuélvelo realidad", pensó… pero tan solo era un pensamiento. Conocía los conceptos, pero ignoraba cómo ejecutarlos. Ylaia acomodó el cristal en sus manos como si su orientación importara. De todas las hermanas, solo ella todavía no podía darles forma a las líneas ley.
"Van a cambiar pronto", dijo Austyn, molesta.
"Ya lo sé", respondió Ylaia sin dirigirle la mirada. Una explosión sacudió la habitación e hizo caer polvo sobre ellas, lo que interrumpió su concentración.
"¡Maldición!" Ylaia golpeó con el puño la piedra lisa y lanzó el orbe de cristal por el suelo. "¿Por qué entrenamos en una zona de guerra?".
Austyn vio cómo el cristal daba saltos hasta un rincón de la habitación. "Este lugar fue construido sobre una intersección de líneas ley. Si no puedes alinearlas aquí…"
"No lo digas", dijo Ylaia entre dientes al ponerse de pie para recoger el cristal. "Tengo que intentarlo de nuevo".
Mientras caminaba, la pared frente a ella se iluminó, se separó y formó una puerta. Petra Venj entró en la habitación demacrada y el hollín opacó el lustre de su armadura. Ylaia paró en seco. Ocultó su vergüenza, aunque sabía que Petra no la había visto arrojar su cristal de enfoque.
Petra puso un pie sobre el cristal. Se agachó, lo tomó del suelo y observó las manos vacías de Ylaia. "No lo pierdas. Ya casi no quedan".
"Lo siento. Tengo… Tengo que intentarlo otra vez".
Petra examinó los rostros de las trece aspirantes a técnidas que tenía enfrente. Bajo los ojos de estas, el estrés y las noches en vela habían acentuado las arrugas. "Yo tuve los mismos problemas. Déjenme mostrarles".
