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Lore
Emperatriz de marfil
Al montar este vehículo, las multitudes se abren paso. Por la fuerza, si es necesario.
Amanda levantó las cejas al ver al Cuervo entrar a la pista de aterrizaje. Estaba sentado en un colibrí nuevo y reluciente, adornado con oro y marfil.
"Es un vehículo elegante, ¿no?", le preguntó el Cuervo.
"Sí, digno de un príncipe", contestó Amanda con seriedad.
El Cuervo ignoró la indirecta y sonrió débilmente. "No es mío. Solo lo tomé prestado mientras estoy en la Tierra".
Amanda aclaró la garganta. "¿Lo tomaste prestado de los cabal?".
El Cuervo golpeó uno de los cuernos curvados de marfil con el nudillo. "¿Cómo te diste cuenta?".
"Supongo que eso significa que ahora tienes amigos nuevos", dijo, y sonó más abrupta de lo que pretendía.
El Cuervo arrastró la punta del pie en el suelo. "En realidad, no. No tengo muchos amigos cercanos. Tengo a Glint, por supuesto. Pero él es más como un apéndice".
"Antes tenías muchos amigos", dijo ella, "pero eso fue hace una vida entera".
El Cuervo abrió la boca como para replicar, pero se detuvo en seco. El silencio se prolongó.
"No quiero ver esa cosa en mi plataforma de aterrizaje", dijo Amanda finalmente, con los brazos cruzados. "Esto no es un estacionamiento".
El Cuervo asintió con la cabeza y se fue lentamente manteniendo los ojos al frente. Mientras Amanda lo observaba irse escuchó chirriar a una pequeña voz digital: "¿Me llamaste apéndice?".
La contramaestre sonrió, pero se dio cuenta de inmediato. Su sonrisa se transformó en un ceño fruncido. Apretó los puños de la frustración.
"¿Por qué haces eso, Holliday?", murmuró mientras volvía furiosa al hangar. "Siempre. Maldición, siempre".