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Lore
Visor "Caminante de represa" de la ANP
[DÍA 0] Los cielos oscuros albergan tormentas, como malos presagios flotantes.
La Pirámide de Titán arrastraba huracanes por el cielo como dioses encadenados.
La subcomandante Sloane había visto un rayo suave refulgir desde lo profundo, debajo del domo de la Arcología, había medido las caídas de los rayos para poder salir. Pero cuando vio un destello al salir, esta vez no hubo truenos.
Después de la partida del guardián, Sloane había tardado casi toda la mañana en llegar a la superficie. Las olas inundaban la plataforma, y salpicaban de metano el potente traje curtido por la batalla y tejido en el cuerpo de Sloane.
"Rayos...", estiró la espalda en el traje y miró a la Pirámide en su visor. Vio cómo desplazaba la existencia a su alrededor mientras se abría un paso distorsionado por el cielo.
Síocháin se acercó a través de una nube de neón intermitente. "Se aleja de nosotras".
"No debería estar moviéndose". Sloane se giró hacia su espectro. "Establezcamos el perímetro. La colmena volverá esta noche".
Antes de que pudiera moverse, la Pirámide comenzó a perder escamas de su casco. Flotaban por un momento junto al lugar del que se habían despegado y caían, dejando al descubierto una pulpa opalescente.
De pronto, la Pirámide emitió una ola que golpeó a Titán, y un tono que recordaba a medias resonó en la mente de Sloane. Con él, una vida entera: cada momento vivido en un remolino de destellos, condensados en una anarquía caótica y simultánea, llena de dolor, alegría, furia y amor. Desde su perspectiva, las experiencias pasadas adquirían nuevos enfoques; los recuerdos que parecían bellos si se quedaban bajo el polvo se encogían ante la luz implacable. La calidez, demasiado efímera, el frío, aún escalofriante en su aislamiento...
Y algo más, que lo escudriñaba todo, y le ponía orden, como si creara una imagen nueva reorganizando paneles fracturados de collage.
Le costaba respirar. Su traje se rendía ante el peso de sus años, separados en el tiempo infringiendo sus reglas. Luego, con la misma rapidez, se habían ido, fundidos en sueños.
El cielo se volvió negro y naranja, como la pantalla de una chimenea, y sonó el trueno.
El cuerpo de Sloane se inclinó hacia adelante, sobre la plataforma, se hundió en el aire, y luego, en el mar. El metal pesado fue engullido por completo, su consciencia se desvanecía en la oscuridad.
Su experiencia atravesó a tientas eras fragmentadas de realidad como una proyección astral, incluso cuando sentía los pies firmes en el presente. Una cascada de escenas atemporales se arremolinaba, como hojas de vida capturadas en un vidrio, un flujo de consciencia indefinido. Escenas de Titán, de un paisaje marino vibrante. Demasiado familiares como para no ser recuerdos.
No suyos, pero no por eso menos reales.
Su foco se alejó de Titán, arrastrado hacia atrás por la expansión solitaria del espacio a un mundo que jamás había visto.
Sus mares llenos de una promesa vívida. Sus lunas ocultaban un vigía en el cielo. Sus olas alimentaban el apetito pérfido de las profundidades.
Allí hay una tentación que ella anhela pero no entiende. Antinatural y maldita.
Cayó otra vez, guiada. Por medio de una canción, un recuerdo, una imagen de un sueño torcido para su percepción como al enfocar un lente. La irrealidad cubierta por un aspecto familiar. Un intento de comprensión.
La Torre. Amigos y camaradas. La pureza y la mugre, todo. Un retorno presagiado. Una sombra atraída. Una batalla retrasada, que regresa.
La Torre, una época por vivir. Sombras negras que llenan un vacío en el cielo, que extienden cuchillas perforantes en las calles. Que clavan vida en burlas entomológicas de contento. Una exhibición que estrangula la voluntad.
Una serpiente se abre paso entre las sombras y se ofrece a guiarla.
Recordó que había pasado esto, y que a la vez no había pasado todavía.